viernes, 25 de diciembre de 2009

La Escalera Al Cielo


La última vez que fui a casa de mi hermana a gorrear chupe y comida terminé engarrotado al husmear en las dos cartitas que pedían de las ramas de plástico de un árbol de Navidad.
Sin tener certeza de lo que estoy diciendo, supongo que este es el último año que Polvorón le escribe una carta a Santa Claus, aunque al resto de mis sobrinos les queden misivas para varios años más.
Lo de Polvorón es especial, en primera porque acepta que es un niño que no se porta bien a lo largo del año y aún así tiene el cinismo de pedir regalos. En segunda porque ya no se conforma con respuestas a medias.
Los días que precedieron al aipod y al pe ese pé por los que tanto insistió estuvieron llenos de desconfianza, pues ya en su escuela hay un buen número de compinchitos que saben que la identidad secreta de Santa Claus lleva sus mismos apellidos. Pero mi carnal conserva la inocencia, seguramente a conveniencia, que la crisis le pela los dientes al mítico personaje que reparte costosos juguetes, igual que a sus tres primos que despertaron esta mañana con neonatos, cigotos, juegos de video, cochecitos y hasta una laptop.
-Nosotros sí creemos en ti, no como otros niños-
Y para muestra que la niña Ventanitas-Coletitas no sólo dejó leche y galletas para forjar lonja a Papá Noel, sino que tuvo la delicadeza de colocar pasto para que los renos también recargaran energías.
Me alegra saber que mis carnalitos todavía no acaban de bajar esa escalera que viene del cielo.
Ya viéndolo así, admito que también quiero seguir creyendo...

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