martes, 26 de octubre de 2010

Los Actores

El papel histriónico más importante de mi carrera. Ay qué vaciado, pero sobretodo qué chingón que todo quedara en un par de horas.

En la vida tienes que esperar tu oportunidad, pero las oportunidades solo vienen con paciencia

Mis Nenas


Dicen que soy fotógrafo. Yo digo que soy un güey al que le gusta tomar fotos. Como quien dice que es escritor nomás porque escribe un chingo. En ese caso tampoco soy eso y quién sabe si un verdadero periodista. Lo que también sé es que me encanta escribir, sin que eso me haga ambos, aunque a veces sí me la compre.

Hace poquitito platicaba con alguien sobre cámaras fotográficas. Nuestra charla resultó ser un código indescifrable para quien quiso integrarse al chal, aunque la neta hay muchas cuestiones técnicas que desconozco porque eso de leer los manuales nunca ha sido lo mío. Discutíamos sobre diafragmas cuando me preguntó con cuántas cámaras he trabajado. Entre las interconexiones de los chupes y la taquiza no alcancé a platicarle esa historia.

Mi primer camarita fue una Kodak Pocket Instamatic, una madrecita de plástico que utilizaba rollo 110 y que mis papás me soltaron un rato, en un viaje a Chiapas, para que dejara de estarlos jodiendo.

Entre las Lagunas de Montebello y el Cañón del Sumidero me apasionó escuchar el clic tras los hermosos paisajes. Ahí empezó toda esta historia.

Unos años después, cuando mi papá ya se había ido al cielo de los papás, me encontré a mi siguiente preciosa. Una Minolta Hi-Matic SD con diafragma y encuadre fijos 1:2.7, 38 mm. de rollo 135, flash integrado, cinco posiciones y timer mecánico. ¡Un avión a mi entera disposición!

Cómo me divertí con esta camarita. Justo ahora me enternece ver que el fechador mecánico sólo abarcaba de 1978 a 1992. Y que conste que hasta hace un par de años trabajaba como si nada.

La cámara la compraron mis papás para retratar sus viajes. Quién diría que muchos años después yo haría lo mismo y practicaría hasta el cansancio, cuando todos los pesos que pasaban por mi bolsillo eran para rollos y revelados. Cientos de atardeceres quedaron capturados en este suspirito negro que atesoro como lo que más… aunque una ocasión lo empeñara por 200 varos.

Ya cuando quise aprender a platicar con la imagen más formalmente, una Minolta X-370 llegó a mis manos. Si la camarita previa me llegó a parecer cosa de otro mundo, esta otra era de otra galaxia. Es cierto que le aprendí a la técnica, pero con esta camarita también dejó la moraleja de que muchas veces la técnica vale madre si no tienes algo digno frente a ti para hacer tus disparos.

El brinco a la era digital suponía la gran ventaja de que no echaría a perder rollos completos haciendo experimentos. En uno de mis trabajos tuve una Fuji Finepix que no dejaba ni para ir a cagar luego que me la consignaran y posteriormente me compré a placer la primer cámara con el fruto de mi trabajo, una Nikon D50, que dicho sea de paso, me hizo hombrecito.

Una pena que me la robaran. Desde que me hice de ella nunca dejé de utilizarla aunque tuviera modelos más recientes porque gracias a esta camarita, la primera que tuve con disparo continuo, angular y telefoto, por ejemplo, pude pagar mi carro, y eso como el 2 de Octubre, no se olvida.

Ya cuando me regresaban fotos por no cumplir con la calidad que implicaba una agencia recuerdo el cumplido que tras los meses me gané al darle la vuelta a mi compañero de escritorio, quien tenía una Canon de la línea Mark I, una distancia abismal en especificaciones, peso y tamaño.

La comparación que hizo nuestro jefe fue la de un piloto rifado manejando un Vochito y un crío sin idea conduciendo un Ferrari. ¡Yo tenía el Vocho! Tras el hecho aprendí también que hasta la Chiquita González puede ponerle en su madre a Mike Tyson, que efectivamente la cámara cuenta, pero el ojo que hay detrás también.

Fue un pedo desacostumbrarme de las Nikons. Por cuestiones de chamba tuve que aprender a usar la Canon Powershot S5 IS que aunque fue una gran introducción al mundo Canon limitaba mucho. Aun así, su zoomcito 12x y el modo manual generaban muy buenas tomas. Esta cámara se murió bajo un torrencial aguacero en el Estadio Monumental de Buenos Aires, cuando fui a un partido de eliminatoria entre Argentina y Perú. Jamás volvió a prender.

Casi al mismo tiempo llené mi cochinito y en un lapso de un año entré a las grandes ligas. Primero con una 40D, luego con una Mark II N que hasta el momento no sólo me han dado las mejores fotos que he tomado en mi vida, sino a las que todavía tengo mucho qué exprimirles, porque yo nomás soy un güey al que le gusta tomar fotos.

Lo mejor del caso es que me las publican y hasta me pagan por hacerlo junto a mis chamacos retóricos. ¡Ajúa!

domingo, 24 de octubre de 2010

Rosalva

El Final De Ese Viaje


Caminan hacia la puerta que lo ha de llevar a él a otros mundos, al otro lado del mundo. La puerta que también a ella la llevará a otra realidad, aunque se quede en este mismo lugar, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. 
Van de la mano. Sólo entonces él recibe el latigazo en el lomo. Ahora sí, de una vez por todas, esta puede ser la última vez que se vean en sus vidas.
Evita que lágrimas le escurran sobre las áridas mejillas. Esas lágrimas que creyó se terminaron después de tantos lamentos salados hechos a distancia, en silencio, sin que ella se enterara. Tanto dolor sólo se puede contestar con silencio.
Tenía que ser aquí, en la sala de un aeropuerto, justo en este lugar común que a él le sirvió tantas veces para el delirio. Justo en este rompecabezas de letreros que indican salidas para siempre y regresos llenos de expectativa. Justo aquí, en medio de los voraces duty frees, agentes policiales con gesto de cartón, compuertas automáticas, detectores de metal y cámaras de seguridad que capturan todos estos momentos inolvidables en la vida de sus involucrados.
Desde la primera vez que él cruzó por una de estas salas, en la niñez, pensó en la carga tan cabrona que puede concentrar un cuadrito de terreno, en todas las energías y vibras convergentes repetidas a diario, sin cesar, una tras otra. En todos y cada uno de los segundos extravagantes reunidos aquí. 
En el espejo donde precisamente nunca se vio fue en este; el de la partida, su partida; el del renunciamiento, su renunciamiento. Todo concentrado en este escenario, la compuerta aeroportuaria. Vaya alegoría.
Aunque poco después ha tratado de recordar las palabras que vistieron esta despedida, no hay éxito. Su voz, como en aquella mítica noche en un café de Coyoacán, sólo fue el instrumento que dio salida a un torbellino de emociones contenidas, todo condensado en una brevísima explicación. Una declaración absoluta.
Porque aun separados siempre guardó la pequeña esperanza de que el mundo diera un vuelco y pudieran encontrar la manera de volver a acomodarse. En cambio, pequeños rencores y chorrillos mentales llenaron sus tardes, y de todos modos siguieron separados. Un sueño guajiro, muy guajiro el suyo.
Guajiro porque los de entonces ya no son. Sin embargo, él ha tenido que agradecer a la vida que haberla conocido le significó el descubrimiento de un grado nunca imaginado de ilusiones, tan sólo por el hecho de ser la primer mujer con quien pensó envejecer y jugar a la creación haciendo personitas a su imagen y semejanza.
Lo que el tipo no sabe es si efectivamente lo que su ex le dice a modo de despedida es auténtico. Si lo da por verdad, otra enredadera crecerá en su pecho. En cambio si reniega, qué egoísta. Aguanta sus palabras con todos los dientes y se concentra en el vuelo que lo ha de llevar a conocer otros mundos.
Por eso se atiene a que todo este asunto de partir es su particular versión de los hechos. Y aunque por siempre le va a lastimar aquella imagen en que la vio en otros brazos, entre otros desaires, sí, prefiere quedarse con lo mejor de ella. Prefiere quedarse con lo mejor de él, esa versión ejemplar de hombre que fue mientras la tuvo consigo.
Le platica además que si llega a ser cierta esa esotérica promesa de pasear en flashes toda la vida un instante previo a la muerte, ahí va a estar su silueta acompañada de dulces madrugadas vestidas con voces de trenes. De paso le recuerda que la soledad no es el mejor estado de nadie. Se lo dice él, quien habría estado dispuesto a pasar todo lo que pasó y un poco más con tal que la vida le pagara con su compañía.
Y como no cree en absolutos, le explica que si bien esta es una despedida ya no puede sostener que sea para siempre, porque como uno dice se desdice, porque la improbabilidad también es un escenario posible. En esa misma improbabilidad se enamoraron en las tardes de octubre.
La puerta 24 de la terminal aérea abre sus fauces para devorarlo y posteriormente vomitarlo en otro mundo, pero poco antes un beso cauteriza toda emoción contenida, por pequeña que fuere.
Este, el último, es el beso que no alcanza para romper la aleación de fuego y piedra que lo abrasó desde que su corazón fue roto. Agradecido queda de saber que todo queda, y a la vez pasa. 
La voz en off en la terminal aérea anuncia el último llamado para abordar. Sueltan sus manos mientras él no da vuelta, sino que da pasos hacia atrás, a sabiendas que son los primeros de muchos de los que dará en el resto de su vida, cada vez un poquito más lejos. Vestida de gris y negro, ella se va haciendo chiquita al tiempo que pasajeros y azafatas entrecruzan esta línea imaginaria, haciendo intermitente esta última imagen tatuada en el corazón. Llora como niña extraviada, inmóvil, buscando la silueta de él. Llora como nunca la vio llorar.
Un pequeño impulso le sugiere regresar por otro beso, un ultimisimísimo que pueda romper el desencanto, pero ambos saben que último hubo uno, mucho tiempo atrás, antes de que una noche de cumpleaños, él perdiera la razón por no saberse acogido y que terminó con un tipo ingenuo sin saber actuar, además de la rabia subsecuente que llevó como apellido Autodestrucción Total.
“Qué difícil es despedirse”, dice a los agentes aduanales mientras se enjuaga las lágrimas. A lo lejos, a través del sonido del lugar, David Gahan canta.
Don't say you want me. Don't say you need me. Don't say you love me, it's understood. Don't say you're happy, out there without me, I know you can't be 'cause it's no good
Sentado en el lugar del asiento 19A del vuelo 10/08 de Lufthansa no puede dejar de sollozar. La azafata le ofrece ayuda y basta con una mirada para explicarle que su padecimiento no la tiene.
Camina ahora, solo, por las calles de ese otro mundo y justo al salir de la estación del subterráneo cuyo nombre es un reto a la dicción, se pone a escribir sobre el viaje que ha emprendido y que le ha hecho emprender. El viaje donde cada quien se las arregla por su cuenta y que únicamente en la improbabilidad infinita volverá a ser uno solo.
¡Hasta siempre!

El Objeto De Estudio

Las bromas de antaño respecto a que podía ser un objeto de estudio se hicieron de a devis. Resulta que, desde hace unas semanas y quién sabe hasta cuándo, una chica que está por graduarse de la Licenciatura en Comunicación escogió a la plantilla de reporteros de la fuente policiaca como tema de su tesis. Si efectivamente afecta en el desempeño laboral aquello de soplarse a diario las imágenes de cuerpos inertes, el sufrimiento alrededor o bien, estar en contacto con hampones de pocamonta para ganarnos la vida.

Aunque le hemos dicho que busque algo de verdadero interés, rindo tributo a Miriam Sánchez por aventarse el paquetito de aguantarse unas cuántas guardias para tomar sus notas respecto a nuestra chamba. Lo que me parece más admirable de esta morra es que tendrá una tesis sin antecedente en el valle toluqueño, aunque desconocemos a detalle su objetivo en particular.

Lo que ni Miriam ni su asesor de tesis ni quienes lean el resultado podrán saber nunca, porque según yo no es medible metodológicamente, es las que Alejandro Baltazar, Héctor López, Korín De la Cruz, Manuel Sebreros y Alejandro Pastrana hemos tenido que pasar para llegar a ser el medio impreso más leído en toda la región. Chanfle, no quiero sonar soberbio ni Don Chingón pero es algo que no se experimenta hasta que no se vive. Qué escuincle, periodísticamente hablando, estaba hasta antes de pegarle a la nota roja.

Porque ya se lo decía: gracias a este trabajo, por absurdo que parezca, soy más feliz que nunca. Changos, no sé si quiero ver esa tesis cuando esté terminada.

Fuerza Miri, ojalá que vernos trabajar también te deje algo chidito.

martes, 5 de octubre de 2010

Quitarse lo Nopal

De cada travesía, al volver, recuerdo aquel viejo adagio de que viajar ilustra. Y pocos placeres semejantes como quitarse lo nopal.

Más allá de la inmersión en espectaculares munditos convertidos en ciudadelas amuralladas y escenarios de cuentos de hadas, me vuelve a quedar la sensación de que no todos somos unos culeros en este mundo.

De regreso a casa, traigo como postal la figura de esas personas que de una manera u otra me tendieron su mano e hicieron de esta una experiencia llena de moralejas y buena onda.

No esperaba ser honorado con esta condecoración (saco un acordeón escondido en la solapa) pero quisiera agradecer profundamente a las siguientes personas:

Alfred Wöger

Bence Mézsarós

Orsolya Csizmar

Martin Pokorny

Martina Pickering

Julia Eder

Martin Reiter

Zita Zolomy

A toda madre, un buen pensamiento para todos ustedes.