martes, 1 de septiembre de 2009

La Nota Roja

Espero la muerte. A cada momento y por cualquier avenida, la dama de negro impregna y abraza. Está a punto de salir del anonimato, de convertirse en una portada. 
 La espina dorsal me titila. Yo sé que alguien está a punto de morir y no lo sabe.
Al rato sucede.
Me agarra dormido, en medio de una plática o sorbiendo en solitario un tecito. El resultado siempre es el mismo luego de que la radiofrecuencia pega un brinco.
Chale.
Una voz me indica una colonia asidua o un pueblucho al que apenas conozco de nombre y no de apellido. No termina esa primer llamada ni yo de despertar, cortar la risa o malpasar el sorbo, cuando ya voy en camino. 
Quinta velocidad, atajo, sentido contrario (si tiene algún sentido). Mi pulso casi alcanza el beat del Death Metal. Otra llamada especifica el lugar. Si no había una historia escrita en esas calles, una de esas que roba el aliento está por comenzar. 
Galerías de carmines, embestidas, rictus de espanto, balas, fierros y hoyuelos, osamentas desmoronadas, hojas de acero, esperma y lágrimas. Rigor mortis.
No estoy seguro de lo que veré enseguida, sólo sé que no debería gustarme. Ojos al espejo retrovisor. Mi mente, en un halo de legítima defensa, activa su coraza poco antes de irrumpir en esos balcones. En pocos minutos huelo la escena. 
Las luces rojas y azules de las sirenas me guían, su canto también. Al rato las llantas se transforman en zancadas. Apuro para llegar al lugar de la circunstancia que la mayoría de estas personas nunca desearon estar, pero ¿qué importa a esta altura?, si ya se fueron. Los gritos de horror de quienes vieron sus ojos abiertos o el brutal silencio que precede esta escena, sugieren una portada de impacto y albricias por un trabajo bien logrado. Transpiro a la carrera. Las cavidades arteriales vomitan adrenalina. Cámara fotográfica lista, flash presto... llegué a la meta y a otra salida
¡             !
Ahora se trata de tomar pedazos de testimonios, reportes y peritajes periciales. Alcohol, armas largas, casquillos percutidos, motores que chorrean aceite mezclada con sangre, cuerdas y puñales. Siempre con un pedazo de carne que una vez fue un ser humano. En medio de un escenario lleno de movimiento y un protagonista inerte tengo que reconstruir una historia cuyo fin fue tragedia, de hacer creíble lo increíble.


Después de correr entre milpas, en medio de paramédicos y policías, escuchando balazos a lo lejos, esto fue con lo que me encontré al salir de los campos de cultivo, sudando frío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario