martes, 1 de septiembre de 2009

El Segundo Extravagante II

Perdido en universos paralelos. Otra vez, el segundo extravagante. Esta noche, manejando hacia casa y solo un instante después de pasarme un alto me quedé paralizado en el calidoscopio de gotitas salpicadas en el parabrisas.

Una calle sin personas y unos cuántos coches tiene como marco el rojo, el alto, la pausa. Hacía tan poco el cielo crujía en agua y luces. Olor a pavimento mojado.

Me quedo pensando cuántos semáforos han conspirado antes de que estos dos se vean por vez primera, sin que ello signifique siquiera, que cruzarán una palabra. Estos dos que están destinados, o no, a unir sus soledades y a descubrir el amor y la felicidad.

Será que el llamado preventivo vestido de amarillo impedirá de momento adivinar en que pupilas se proyectará mi reflejo, un día de esos que me pierda en un iris.

Las tres luces que ponen orden en la ciudad habrán hecho que pase una cuadra detrás de ti, como tenía que ser, porque los momentos todavía no son los adecuados. Quizás incluso, estos dos, tú y yo, se han visto en algún lugar común y no se han reconocido, han rozado su antebrazo sin saber que a la postre un verde los hará romper el hielo. Porque acaso, ocaso, en las cotidianas e irrepetibles ecuaciones callejeras, habrán pasado de lado y esa luz roja hubo de frustrar el mágico plan.

La acera de una calle, árboles en un parque, trazos en una exposición, el encor de un concierto, la sazón de un restaurante, las rarezas de un bazar, la distancia crítica en una estación del Metro, las texturas de las ciudadelas y las playa, el aroma a tierra mojada. O puede ser que lo único que a los dos haya visto, son las letras de un libro traducido o el anónimo copete de una nube que surca ciudades contiguas. Todas esas cosas que nos harán pensar en qué pequeño es un mundo en el que nos habremos encontrado.

Desilusión.

El tríclope centinela guiña de nuevo y se supone que tengo que avanzar, pero el auto permanece inmóvil. ¿Cuántos corazones rotos acumularemos hasta ese momento de redención?

Después de meter primera y lo que sigue, el que se queda paralizado soy yo, teñido en las líneas punteadas de la avenida más allá del mosaico automotriz, con el consuelo de que en este momento duermes con aquel que será tu pasado lejano, cuando en un cruce éste te traiga, y tú a él, esa risilla nerviosa que resulte en el mágico plan.

Entonces una palabra llamada "nosotros" habrá nacido.

Ilusión.

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