sábado, 21 de noviembre de 2009

El Faltante

Aburrimiento.
A pesar de que la consecución de los fines de semana arroja todo tipo de diversiones, encuentro un faltante en el inventario.
No extraño los amores pasados ni las pasiones no conjugadas. No me hacen falta los rizos ni las lacias caídas, las colas de caballo o el pelo enmarañado en que ya me he envuelto. No añoro las espaldas llenas de pecas ni las teces morenas claras que cabalgué a besos. Como sea que fuere no necesito las tímidas bocas pequeñas ni los juguetones labios carnosos en los que me dejé caer. Tampoco el vaho de los tenues aromas de un cuello ni la combinación de perfumes y vodka con los que perdí literalmente la razón. Paso de largo de las mejillas aciditas y las risotadas previas que hicieron de “días” episodios para nunca olvidar. Ni siquiera las promesas que no se llevaron a cabo, ni las alegrías, culpas y verdades disfrazadas que evitaron heridas. Lo ya dado es eso.
Aburrimiento.
Extraño a este sujeto, embelesado con lo que está más allá.

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