lunes, 8 de septiembre de 2014

Una Patada En Los Huevos

Uno es en buena parte, el lugar en el que crece.
Claro que existimos personas a las que nos cala más hondo el sentido de pertenencia a un pedazo de terreno. Ahí, donde jugamos futbol cuidando de no ser atropellados. Donde nos deslizamos en bicicleta o patines. Donde corrimos detrás del vegestorio 2 de Marzo con ruta Rancho La Mora. Donde arrastramos la mochila de cuero para regresar de clases con las rodillas todas raspadas. Donde nos enseñaron a manejar el Fairmont 82.
Si, ya sé que parecerá otro post cargado de nostalgia, pero no.
A pesar que tengo años viviendo en un lugar muy distinto al vecindario de donde salí, la casa de mi madre que está ahí a pasitos de Venustiano Carranza es el lugar al que siempre vuelvo, como dice el gran bandoneonero argentino Aníbal Troilo.

Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo?, ¿¡pero cuándo!? si siempre estoy llegando…

En mi última visita al hogar de Fernando Quiroz noté dos cosas particularmente incómodas. Que estaban derribando una de las casa a espaldas y que por primera vez en mi vida, caminar por la Avenida Carranza para bajar la comida, fue una auténtica patada en los huevos.
Con la fila odiosa que vi en Carls Jr esperando a comer una hamburguesa de 150 pesos y el tráfico inédito en esta parte de la calle hasta hace poquitos días, comencé a hacer la cuenta de los 95 negocios en solamente diez cuadras de distancia que hay entre la Glorieta del Águila y el Mercado Morelos. Pensé en qué lejos quedó mi barrio de tener un mercadito, una sastrería, una farmacia y un par de misceláneas, además del Sanborns que parece que estuvo ahí desde el año Trece Caña. No lo digo con pesar, sino recordando sonriente sus tardes silenciosas.
Sirva este medio para mandar a chingar a su madre con ímpetu adventistadelséptimodía a la gestión municipal que corresponda sobre el cambio de uso de suelo, que en apenas un par de décadas transformó este remanso de tranquilidad en un universo en el que hay nueve edificios de bancos y aseguradoras, más de una veintena de changarros de comida rápida y chatarra varia, dos Oxxos, un par de espectaculares sobre azoteas, un Estarbocs, estéticas, bares, marcos a la medida, tiendas para mascotas, crossfit, yoga, academias de idiomas, helados, agencias automotrices, marisquerías, tiendas de ropa para novias y panaderías, entre muchas otras curiosidades. Chale.
En lo que concierne a aquellos que siempre regresamos a casa, no queda más que aguantar que el local 96 viene en camino acompañado de ventanales runrruneando por la maquinaria trabajando para derribar los muros de la que fue hogar de mis vecinos. Chale.
Que no es nostalgia, nomás es la incomodidad de no poder volver a casa, corriendo a media calle. Chale.
¡Devuélvanme mi barrio!

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