lunes, 27 de octubre de 2014

La Mala Vida

Un chipote recién salido del pómulo de un adolescente no basta para abandonar el escenario del True Metal Stage. Sobre la pista, la leyenda viva de Obituary va terminando su actuación en el Hell and Heaven Metal Fest. La voz de John Tardy es tan desgarradora como en 1989 y su música da la sensación de estar escuchando a los AC /DC del Death Metal, regalando el mejor momento de la jornada.
La pasión en la Curva 4 del Autódormo Hermanos Rodríguez llega a su cenit al congregar a 50,000 fanáticos del ruido, que van desde niños que no rebasan los diez años de edad hasta los setentones que llegan tarde a propósito, solamente para ver el show de Kiss.
Desde temprano y bajo un sol de esos otoñales que hiela a la sombra y quema a la luz, unas cuántas decenas de los metaleros más apasionados forman círculos entre la multitud conformada por miles para entrar en ese estado catártico llamado eslam, dando como resultado a esta ecuación algunas playeras rotas y muchas gotas de sudor volando en todas direcciones.
La organización del festival no escapa a los errores propios de coordinar cuatro escenarios y a unas 70 bandas bajo una rigurosa agenda. Salvo los suizos de Samael, que irónicamente son los únicos que tardan en empezar después de lo planeado, todos los grupos respetan su tiempo, culminando en un breve set, horas de traslados aéreos y terrestres, malentendidos tras bambalinas y cáterings incompletos. Algunas de esas bandas han hecho viajes transcontinentales para tocar 45 minutos antes de partir a bordo de Vanes rumbo a sus respectivos hoteles o hacia el aeropuerto, sin hacer certera la idea del público que piensa que el backstage es un jolgorio que haría ver chavo a Calígula.
Vaggelis Karzis, integrante de Rotting Christ, reclama airadamente al staff del Foro Norte Stage luego que su bajo no puede sonar adecuadamente durante las tres primeras canciones de la presentación de la banda griega. Los ingenieros de sonido reciben todo tipo de mentadas de madre por parte del público y no es hasta las dos canciones finales que los creadores de "Satanas Tedeum" y "Non Serviam" suenan a una banda de Death Metal. La sonorización de la voz de Sakis Tolis ha cruzado por múltiples deficiencias pero el músico permanece impávido, robótico, cumpliendo a cabalidad con el programa pese a las dificultades, quién sabe si por profesional o indiferente.
Algunos cientos cambian el espectáculo de Rob Zombie por presenciar a una de esas bandas que a pesar de la diversidad actual, no suenan a absolutamente nadie. Sobre el escenario del True Metal Stage, Vorph y Xy, líderes de Samael, dan un repaso de su repertorio más clásico pese a que no se escucha una sola estrofa de "My Saviour" a través de las bocinas y en "Baphomet´s Throne" apenas se perciben los teclados. Alguien quiere darle unos putazos al ingeniero de sonido.
La cosa mejora para "Into The Pentagram" y truena ponchadísimo para "Rain". La mayoría sonríe tras la actuación, como si no hubiera quejas, como si un festival de esta naturaleza sólo se tratara de rockear, sin exigir calidad por el boleto pagado, que por cierto no es nada económico.
Sobre ese mismo escenario, horas antes, los integrantes de Havok dibujan rehiletes con sus largas greñas rubias en una de las mejores y más energéticas actuaciones del festival. Thrash en su más pura acepción a ritmo de "Give Me Liberty Or Give Me Death".

En contraste, sobre el Hell Stage, Overkill ha quedado a deber para sus fans más añejos, pues entre todo el repertorio de 15 álbumes de estudio, omiten cualquier corte de su obra más aclamada, "Horrorscope", quedando a deber un extra por la cancelación que tuvieron en el Hell and Heaven del 2011 de Guadalajara, que dicho de paso ha sido la grosería más grande llamada "festival de metal". Bobby Elsworth no es ni la sombra de lo que alguna vez fue. Luce demacrado, sin ganas. Su Thrash ha quedado reducido a un recuerdo, literal, para la basura.
Torsos descubiertos, algunos con cicatrices, muestran a los fanáticos más radicales llevando el nombre de sus bandas a flor de piel. Como algunos músicos, los tatuajes lucen desgastados por los años, mal trazados pero en algunos casos con algo de actitud. Una horda de guerreros thrashers se empuja con vehemencia, pero guardando los debidos códigos de batalla que van de levantar al compañero caído en el eslam a alzar tenis o celulares para avisarle a quienes les fueron desprendidos entre empujones que sus pertencias están a salvo. Claro que así como algunos caballeros no pierden etiqueta entre vendavales de letras musicales que incitan al caos, también hay gandallas que cobijados en el anonimato, arrojan a lo alto vasos de litro con líquidos tibios. La puta que los parió.
Cae la noche entre ráfagas de vientos gélidos cuando Limp Bizkit sale a escena. Fred Durst y compañía no levantan expectación entre los aficionados más veteranos (y que para esta hora ya son mayoría) hasta que hacen de lado su repertorio para hacer covers de Guns n Roses, Nirvana y Rage Against The Machine. El mismo Durst, con la espalda cubierta por una imagen de Suicidal Tendencies, da idea de que una cosa son las bandas de culto y otros los grupos que en su momento tuvieron algunos éxitos.
Del otro lado, al mismo tiempo que los bisquets, suena Venom, pero no hay oportunidad de escucharlos gracias a un ejercicio de tolerancia con los acompañantes que dejaron de ver a Angra y Annihilator por el mismo ejercicio.

Korn es una incógnita, sobretodo si la respuesta es Obituary tocando en el mismo horario temas del "Slowly We Rot" y "Cause Of Death". Al final de la jornada, sale Kiss a robarse el show, más no la noche. Una producción que raya en la perfección logística no excusa a cuatro músicos de solamente cumplir. Se suponía que "the hottest band in the world", despertaría más pasiones.
Bajo el lema de "you wanted the best, you got the best", no hay mayor falacia que esa. El Hell and Heaven del 2014 nació con mala estrella, desde su cuna fallida en Texcoco. 

Hay quienes todavía suspiran por Testament, Lamb of God, Brujería y Opeth en un mismo evento. Pero qué le hacemos, volveríamos a ir y seguramente estaremos en la edición 2015 en vista del éxito económico y promocional que resultó a los organizadores pese a las fallas.
Pero qué le hacemos. Así es el metalero, le gusta la mala vida.

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