lunes, 8 de marzo de 2010

¡Ajúa!

No hubo algo de Tlaxcala que no me encantara. 
Viajo solo, más no en solitario, por eso fueron igual de divertidas las largas caminatas por el espinazo de La Malinche que los patinones por las pirámides de Cacaxtla y Xochitécatl. Pero sobretodo las charlas con personas a las que les basta un gesto para desprender tanta buenaonda. Qué bella ella.
Y de haberme encontrado con un baúl lleno de vistas de peñascos que reposan bajo sábanas inmaculadas y los sabores exquisitos de mixiotes, curados de piñón y tlacoyos, pero también de carnavales, de artesanía en popotillo, de café con una bola de helado, de murales, de pilas bautismales, ruedos, huehues, tortillas a mano, retablos y arenales. 
Qué chulo es Tlaxcala, me cai, aunque todavía me duelan las piernas.
¡Ajúa!

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