¿Cuánta vigencia tienen las personas por las que hemos profesado algún afecto?, ¿en qué momento dejan de importar de a devis?
No
sé qué azares se han conjugado para que en estos días me haya
encontrado a personas que hace muchos ayeres, incluso décadas, figuraron
en mi terna de importancia.
De
todas tengo buenos recuerdos. Sí, hasta de las que momentáneamente me
hicieron infeliz. Pero no deja de quedárseme ceñida una sanguijuela
cuando pienso en qué momento fue que esos caminos se partieron en líneas
que no volvieron y seguramente no volverán a cruzarse más allá de un
saludo, una sonrisa y cinco minutos de plática basura.
Peor
aun. ¿Cuántas veces habremos dicho “nunca te olvidaré” y al cabo de
unos años no sepamos reconocer a alguien al doblar una esquina? Como si
no fuera suficiente sorpresa saber todo lo que han construido después de
que uno fue su presente, gracias al chisme de un tercero que vino a darnos un poco de su actualidad
"Y así, años y años, hasta que, finalmente,
te morirás un día, como toda la gente.
Y voces que aun no existen sollozaran tu nombre,
y cerraran tus ojos los hijos de otro hombre".
José Ángel Buesa
A continuación una elegía por aquellas personas a quienes creí querer y
por estúpido dejé de frecuentar. Y estúpidas aquellas que se
desaparecieron de mi vida sin previo aviso, cuando a pesar de las
diferencias no había razón.
Ahora que también pienso que ni la costumbre de tener a alguien a tiro
de piedra, deja de alejarlas por el simple hecho de que el viaje de cada
uno es diferente.
Una bienvenida anticipada para esas otras que tarde o temprano han de venir… aunque sea para irse.